Comer saludable, barato y rápido
En la vida actual, sobre todo en las grandes
ciudades, es frecuente comer mal, a las apuradas y gastando demasiado en un
platillo en un restaurante o una casa de comida rápida.
A diferencia de lo que se cree, es posible
comer saludable, barato y rápido, ya sea en el hogar, en la oficina o en las
vacaciones.
Aprovecha el desayuno. No hay nada peor que
salir a la calle con el estómago vacío. La primera comida del día debe ser la
más importante y luego ir disminuyendo las ingestas. Al desayunar en casa no
sólo podrás empezar tu jornada con tu familia, sino que gastarás menos y
comerás más sano.
Prefiere un desayuno completo en casa, con
lácteos, cereales y frutas. Puedes ir añadiendo ingredientes de a poco si no
estás acostumbrado.
Cuando estás en la oficina, miras el reloj y
te das cuenta que falta mucho para ir a almorzar, pero tu estómago hace
demasiado ruido como para esperar. Lo puedes “engañar” comiendo algo.
Presta atención, que no vale cualquier cosa.
Nada de dulces, bollería o snacks. Opta por una fruta, una barra de cereal o un
puñado de frutos secos (los puedes llevar de tu casa y ahorrar dinero).
Además de que comer fuera sale por una
fortuna, la comida no es del todo confiable y saludable. Tal vez no tengas
tiempo para cocinar todos los días, pero una buena idea es preparar una porción
más en la cena para que sobre y la puedas llevar al trabajo.
Además de consumir comida hecha o de
restaurante de lunes a viernes, los fines de semana es muy frecuente salir con
amigos o en pareja a comer fuera o bien pedir al delivery. Toda esta comida
suele ser grasosa, poco sana y sobre todo, costosa. Prefiere juntarte en casa
de alguien y cocinar entre todos (turnarse para que no siempre sea el mismo el
que cocina es una buena opción). Si van a pedir comida, que no sea la típica
pizza.
Por ejemplo, las frutas de temporada y
locales son más económicas que las importadas y de cámara. Además, tienen mejor
sabor, son más naturales y te aportarán todos los nutrientes que necesitas.
Prefiere una manzana a un paquete de patatas
fritas, por ejemplo.
Bebe agua. No solamente porque es bueno para
tu salud y te mantendrá hidratado, sino también porque es más económicas que
los refrescos o los zumos industriales. Y como si fuera poco, no te aportará
calorías ni ingredientes nocivos para tu salud.
Presta atención a lo que tienes en la nevera.
Antes de ir al mercado a comprar, echa un vistazo a tu refrigerador. Esto te
servirá para utilizar lo que ya tienes, dejar volar tu imaginación (no hay nada
más delicioso que un invento culinario entre lo que se encuentra en la cocina)
y evitar tirar lo que está pasado o vencido.
Fijate bien en las fechas de vencimiento o en
la apariencia de los alimentos. Trata de consumirlos antes de que se pongan
feos.
Aprovecha todo. No deseches aquello que
puedes comer. Tal vez no sabías, pero cocinar las patatas con piel te servirá
para consumir más de este vegetal, lo mismo que las frutas con cáscara (las que
se puede, obviamente). Puedes usar las pencas o las hojas de ciertas hortalizas
para hacer rebozados, ensaladas y tortillas, o hasta rellenas. Muchos residuos
nos servirían para hacer recetas deliciosas.
Busca precios. No te dejes llevar por las
ofertas, controla la calidad e conoce los precios de las tiendas de tu barrio. Y
si estás en economía de guerra, vale todo.
Usa más legumbres y cereales. Estos super alimentos
no sólo son muy nutritivos, sino que además rinden bastante, porque sacian tu
hambre por más tiempo.
Los alimentos que no pueden faltar en tu plan
de ahorro y salud y que servirán para que prepares una gran cantidad de
recetas, son saludables y no cuestan tanto. Los más recomendables son el yogur
griego, la quinoa, la canela, los pimientos, el té verde, la toronja, la
sandía, las peras, las manzanas, los huevos, la avena, la sopa, el vinagre, las
nueces, la carne magra, el pescado, las patatas, la cebolla, el ajo, el limón y
la leche desnatada.
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